Periodistas nicaragüenses relatan su desplazamiento forzado y su lucha por informar

Las periodistas nicaragüenses forzadas al exilio por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo mantienen su compromiso con la verdad pese a enfrentar precariedad económica, trauma psicológico y persecución política. Así lo revela el estudio «Voces de Mujeres Periodistas desde el Exilio», publicado por Las Comadres —articulación de medios independientes como La Lupa, Radio Vos y Agenda Propia—, que documenta las experiencias de 45 comunicadoras dispersas principalmente en Centroamérica, Europa y Estados Unidos.
El informe describe a estas profesionales como una comunidad «resiliente, valiente y profundamente comprometida con la verdad, los derechos humanos y la justicia social».
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El desplazamiento forzado ha provocado lo que el estudio define como una «fractura profunda» en la vida de estas mujeres. Las periodistas enfrentan «procesos de asilo largos y burocráticos» y dificultades para obtener permisos laborales o carnets de refugio. En el ámbito laboral, el documento señala que muchas experimentan una «degradación profesional», viéndose obligadas a aceptar «trabajos informales o de baja remuneración» en sectores feminizados como limpieza o cuidado de personas mayores.
La situación económica las obliga a realizar «múltiples tareas por el mismo salario» o varios empleos «para cubrir gastos básicos» debido al alto costo de vida en los países de acogida. Esta realidad provoca lo que el informe identifica como la «pérdida de capital intelectual» y genera sentimientos de frustración y desarraigo.

El impacto emocional es particularmente severo. Las comunicadoras reportan ansiedad, depresión y lo que el estudio describe como «duelo por la pérdida del proyecto de vida y separación familiar». La investigación documenta además casos de «violencia, discriminación y racismo» que se manifiestan en «discriminación por nacionalidad» o xenofobia, incluso a nivel institucional y social.
La «separación de hijos/as, madres, parejas» y la «carga emocional por la familia que queda atrás» constituyen obstáculos significativos para estas profesionales. Pese a compartir idioma con los países receptores, enfrentan «choque cultural e integración limitada», según documenta el informe.
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La «separación de hijos/as, madres, parejas» y la «carga emocional por la familia que queda atrás» constituyen obstáculos significativos para estas profesionales. Pese a compartir idioma con los países receptores, enfrentan «choque cultural e integración limitada», según documenta el informe.
Sin embargo, el estudio destaca la notable capacidad de resistencia de estas comunicadoras. Han fortalecido redes de contacto, especialmente con la comunidad nicaragüense y redes feministas, mientras aprovechan oportunidades de formación continua. El mantenerse activas profesionalmente les ha permitido recuperar su «autoestima y sentido de propósito», según el documento.
Muchas continúan ejerciendo el periodismo desde plataformas digitales o medios alternativos, desarrollando nuevas habilidades como la adaptación cultural y el liderazgo, aunque enfrentan la constante disyuntiva entre vocación y supervivencia.
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El informe subraya que su labor periodística desde el exilio, pese a las dificultades para acceder a fuentes directas y la crisis económica de los medios independientes, sigue teniendo impacto. Las periodistas contribuyen a «romper el silencio informativo de Nicaragua» y visibilizan las violaciones a los derechos humanos tanto nacional como internacionalmente.
Estas comunicadoras reclaman el reconocimiento del exilio como una forma de persecución política y de género, exigiendo protección integral, garantías para la libertad de prensa y justicia. Sus propuestas incluyen la creación de redes de periodistas exiliadas y modelos de comunicación feminista y transfronteriza.
A pesar de las amenazas que persisten, incluso en los países de acogida o contra sus familias en Nicaragua, el estudio concluye que estas voces «se niegan a ser silenciadas». Su mensaje a otras colegas se centra en «organizarse, no aislarse», buscar redes de apoyo, priorizar el «cuidado emocional» y recordar que «resistir es vivir».