El retorno de los inmigrantes centroamericanos en la segunda era Trump

- Esperemos que el retorno de estos inmigrantes venga a impulsar las economías, si los países buscan alternativas para activar y aprovechar los conocimientos que ellos han adquirido después de vivir en EEUU, en sectores como construcción, servicios y agricultura.
Por David Salomón Amador (*)
En el mes de mayo escribí un artículo denominado Migrantes centroamericanos y las políticas de Trump. Me tomé la libertad de escribirlo porque viví en ese país por espacio de ocho años, los suficientes para poder conocer un sistema económico complejo, creado para que el blanco sea quien esté siempre en la cúspide; en segunda escala, otras razas, incluyendo la latina, y por último, las personas de color.
Dentro del proceso de elecciones de 2024, claramente Trump dispuso continuar su discurso en contra de los inmigrantes, como consecuencia de la influencia de su halcón Stephen Miller, quien claramente tiene un aspecto socio-psicológico con la raza latina, en específico. Lo cierto es que las redadas actuales no debieron habernos tomado por sorpresa. La medida es populista y machista, y busca trasladar a un sector de la población estadounidense la idea de que únicamente el blanco puede sacar adelante el país, que no se necesitan ni se requieren inmigrantes para echarlo a andar, lo cual es totalmente falso.
Primero, porque el blanco en el sistema se acomoda a ver su vida como en las películas de Hollywood: en lujosas oficinas, obteniendo ingresos superiores a seis cifras anualmente y gozando del beneficio de un sistema consumista.
Lo que queda ahora es que cada país —en especial los del Triángulo Norte de Centroamérica— deberá prepararse para recibir a una cantidad de personas que retornan a sus países sin nada más que una muda de ropa. Muchos posiblemente con más de 30 años de estadía en EE.UU. y que, por diversas razones, no pudieron legalizar sus procesos. Y eso es lamentable, pero cada familia tiene su historia y no podemos juzgarlos.
Hoy en día, el creador de toda la política antimigratoria es Stephen Miller, y ha logrado con éxito crear en Trump la idea de que los latinos, sobre todo, son los que menos deberían permanecer en el país, sin considerar el impacto económico que ello implica: US$89.9 mil millones es lo que pagan anualmente los inmigrantes en impuestos federales y estatales (datos al cierre del año 2023).
Lo cierto es que, con este proceso, el mismo EEUU perderá, porque económicamente dejará de percibir ingresos por impuestos federales y estatales. Adicionalmente, industrias bien establecidas como la agricultura, restaurantes, hoteles y construcción ya se están viendo afectadas, y les aseguro que blancos o afroamericanos no harán ese trabajo. Lo que comenzarán a usar serán jóvenes que no tienen como perspectiva ir a la universidad, primero porque es muy costosa; segundo, porque hay un porcentaje altísimo de jóvenes que no tienen ningún interés en estudiar. Y quizás el gobierno de Trump asuma que deberán capacitarlos en áreas de labor manual y técnica. Sin embargo, estoy seguro de que eso no será la solución, porque el país como tal siempre ha sido y será construido con migraciones, que son quienes llegan a ocupar los trabajos más duros y que mayor demanda física tienen. Y esos, hasta hoy, han sido ocupados principalmente por los latinos.
Por otro lado, el Congreso de EEUU acaba de aprobar una ley que aplicará un impuesto a las remesas de entre un 1.5 % y un 2.5 %, lo que provocará un efecto dominó en las economías de Guatemala, El Salvador y Honduras, ya que son países que tienen un alto porcentaje de su PIB como consecuencia de las remesas. Esto, de igual forma, tendrá un impacto económico: habrá menos efectivo, se reducirá el consumo, y posiblemente haya familias que tendrán que cambiar su manera de vivir, porque han tenido un valor adicional de ingreso por esas remesas recibidas, lo que lógicamente trastornará sus presupuestos y forma de vida.
Creo que será necesario que los gobiernos del Triángulo Norte establezcan planes de contingencia para recibir a estas personas; buscar, a través del Banco Centroamericano, el BID, el Banco Mundial, alternativas para que estas personas —que en su mayoría tienen especializaciones en construcción, servicios, agricultura— puedan tener un impulso para incrementar la capacidad productiva de los países. A su vez, generar más negocios y pymes con estas personas que tienen un expertise mejorado, y con ello contribuir al mejoramiento de las economías de la región centroamericana.
Más que ver un problema, se deberá buscar una solución y alternativas para que los impactos sean en beneficio de cada persona o familia que es retornada, y por ende, su inserción de nuevo en las sociedades.
Finalmente, lo que hoy se ve en EEUU es parte de un efecto que seguirá ocurriendo a nivel mundial. La inmigración se volvió un problema en países pobres porque sus habitantes buscan alternativas de mejora de vida al no poderlas obtener en su país de origen. Lo más lamentable es que, en esa búsqueda, personas mueren en sus diversos intentos por alcanzar EE. UU., Europa, y, de igual forma, sufren un problema que cada día se vuelve más común: la moderna esclavitud.
Esperemos que el retorno de estos inmigrantes venga a impulsar las economías, si los países buscan alternativas para activar y aprovechar los conocimientos que ellos han adquirido después de vivir en EEUU, en sectores como construcción, servicios y agricultura. Es un reto enorme, pero todas estas personas retornarán a sus países de origen.