Mesa de Diálogo sobre Migración y Refugio presenta ruta para proteger vidas en campaña electoral de Costa Rica

** Más de 60 organizaciones que trabajan con población migrante presentaron una guía para prevenir que el discurso político se convierta en violencia real. Es un salvavidas para 460,000 personas que temen convertirse en el chivo expiatorio de las elecciones de febrero.
En medio de una campaña electoral que arrancó el 1 de octubre, más de 60 organizaciones que integran la Mesa de Diálogo sobre Migración y Refugio acaban de presentar algo inusual en la política centroamericana: una guía para que los candidatos hablen de migración sin destruir vidas en el proceso. No es un documento más para llenar estantes. Es una herramienta de supervivencia para las más de 460,000 personas extranjeras que viven en Costa Rica y que saben, por experiencia, que las palabras en campaña se convierten en golpes cuando terminan las elecciones.
La Guía de Abordaje de la Migración en Campaña Electoral nace de la urgencia. Los números lo demuestran: de los más de 2.1 millones de mensajes de odio generados en redes sociales costarricenses durante 2025, 326,000 están dirigidos contra personas migrantes, principalmente nicaragüenses y venezolanas. Pero la verdadera tragedia no está en las pantallas: en 2023 se registraron 139 homicidios de personas extranjeras —cien de ellas nicaragüenses—, un aumento del 64% respecto al año anterior. Las palabras matan, y esta guía intenta detener esa violencia antes de que llegue a las calles.
La iniciativa, presentada por la Asociación Intercultural de Derechos Humanos (Asidehu), plantea algo revolucionario en tiempos electorales: que los partidos políticos hablen con la verdad. Que cuando mencionen cifras migratorias incluyan fuentes verificadas en lugar de los rumores que circulan en redes sociales. Que cuando diseñen propaganda electoral no incluyan mensajes que estigmaticen a grupos por su nacionalidad. Que recuerden que están hablando de seres humanos, no de estadísticas convenientes para ganar votos.
Diez ejes para cambiar el discurso
La guía se construye sobre diez ejes fundamentales que funcionan como una radiografía de todo lo que está mal en cómo se habla de migración durante las campañas. Cada recomendación responde a un dolor concreto, a una mentira repetida tantas veces que ya se asume como verdad.
El primer eje exige promover narrativas basadas en datos y rechazar los discursos xenófobos. Suena obvio, pero en un país donde 326,000 mensajes de odio circulan libremente, es necesario recordar que cualquier dato sobre migración debe incluir su fuente y metodología. Nada de «se dice que hay tres millones de nicaragüenses» o «todos sabemos que los venezolanos…». La guía es clara: sin fuente verificada, no se habla.
El segundo eje exige que los planes de gobierno incluyan un verdadero enfoque de derechos humanos. No como adorno retórico, sino como política concreta. Porque cuando un candidato promete «mano dura contra la migración ilegal», olvida algo fundamental: organismos internacionales como ACNUR han pedido abandonar el término «personas ilegales» y sustituirlo por «migrantes en situación irregular». La irregularidad puede aplicar a un estatus administrativo, nunca a la dignidad de una persona.
Los ejes tres y cuatro abordan algo crucial: la necesidad de articular respuestas entre instituciones estatales, organismos internacionales, academia y sociedad civil, y desvincular la inseguridad de la migración. Este último punto es especialmente doloroso para las familias migrantes, porque los datos muestran exactamente lo contrario de lo que dicen los discursos políticos. Durante el primer semestre de 2025, el 15.3% de las víctimas de delitos contra la propiedad fueron personas extranjeras. No victimarios: víctimas. Pero esa verdad no cabe en un eslogan de campaña.
Desmontar mentiras con evidencia
Los ejes cinco y seis atacan directamente dos de las mentiras más recurrentes: que los migrantes colapsan los servicios de salud y saturan las escuelas. La guía pide a los candidatos que dejen de transferir la responsabilidad del debilitamiento de la salud pública a la demanda de población extranjera, y que defiendan la educación como derecho universal. Y lo hace con datos contundentes.
La Caja Costarricense del Seguro Social admitió en su declaratoria de emergencia de 2024 que el colapso del sistema responde a déficits de infraestructura y recursos que existían mucho antes del aumento migratorio. Además, el acceso de población extranjera a servicios médicos está condicionado al cumplimiento de requisitos legales, con excepciones únicamente para mujeres embarazadas, menores y personas con VIH. Pero entre 2017 y 2021, esos mismos trabajadores extranjeros aportaron el 6.5% del Producto Interno Bruto anual de Costa Rica.
En educación, los números desmienten el discurso. Cifras oficiales del Ministerio de Educación Pública muestran que en 2022, apenas uno de cada veinte estudiantes en el sistema educativo era extranjero. La Constitución del país es clara: la educación preescolar, básica y diversificada es obligatoria y gratuita para todos, sin importar dónde hayan nacido. Sin embargo, niñas y niños migrantes crecen escuchando que les están quitando el lugar a alguien más, cargando una culpa que no les corresponde.
Los ejes siete, ocho y nueve son quizás los más revolucionarios porque exigen algo que raramente se hace en campaña: reconocer el aporte de la población migrante en el desarrollo económico, social y cultural del país; promover un discurso integrador con enfoque de derechos humanos; y reconocer que las personas migrantes y refugiadas son sujetos de derechos, no problemas a resolver.
La guía recuerda que la población migrante representa cerca del 12.5% de la fuerza laboral de Costa Rica. Son las manos que construyen edificios, cuidan enfermos, limpian casas, cosechan café. Son madres que sostienen familias a ambos lados de la frontera, padres que trabajan catorce horas diarias, abuelas que cuidan nietos ajenos mientras extrañan a los suyos.
El décimo eje propone algo concreto: capacitación a equipos de comunicación de partidos políticos. Porque el problema no es solo lo que dicen los candidatos, sino cómo lo dicen sus equipos en redes sociales, en propaganda, en cada mensaje que sale de sus campañas.
Un compromiso ético en tiempos de odio
La guía deja claro su objetivo: frenar la propagación del odio y la desinformación para lograr que el debate electoral se ancle en hechos comprobables, respeto mutuo y responsabilidad con la sociedad. Exige que ningún material de campaña incluya mensajes que señalen a comunidades por su origen nacional, étnico o racial, ni que inciten a la violencia contra estas poblaciones.
Recomienda usar términos como «personas en contextos de movilidad humana», «personas migrantes», «personas solicitantes de protección», «personas refugiadas», «apátridas» o «personas desplazadas forzadas». No es corrección política vacía: es reconocer que el lenguaje construye realidades y que llamar «ilegal» a una persona la deshumaniza y la pone en riesgo.
Esta guía, elaborada sin financiamiento alguno y con aportes voluntarios de más de 60 organizaciones, representa un compromiso ético y voluntario de las candidaturas y partidos políticos. Pero más allá del compromiso político, es un acto de resistencia de las propias comunidades migrantes y de quienes trabajan con ellas. Es decir: basta. Basta de convertirnos en culpables de todo. Basta de usar nuestras vidas como moneda de cambio electoral.
Las elecciones presidenciales y legislativas se realizarán el 1 de febrero de 2026, y más de 3.7 millones de costarricenses están llamados a votar. La pregunta que queda es si los candidatos que buscan gobernar este país tendrán el valor de firmar este compromiso ético. Si elegirán la evidencia sobre la mentira conveniente. Si recordarán que Costa Rica se construye no solo con los votos de quienes eligen, sino también con el trabajo de quienes sostienen al país desde las sombras.
Mientras tanto, las 460,000 personas extranjeras que viven en Costa Rica —el 9.1% de la población total, el 54% de ellas mujeres— esperan. Esperan que al menos algunos candidatos lean esta guía. Que la entiendan. Que la adopten. Porque lo que está en juego no son solo elecciones: son vidas reales, familias concretas, futuros posibles. Y una guía como esta puede ser la diferencia entre una campaña que infla el odio y una que construye país.