El primer día de la Señora Dishwasher

Estaba emocionada porque su voz era empática. Era la primera llamada de un trabajo después de varias semanas recorridas a pie y en carro por la calle de la ciudad de Katy. Me recibió Luis, un joven hondureño de unos 28 años aproximadamente que desde hace unos cuatro años trabaja en el restaurante de comida mexicana.

La cita era a las 8 de la mañana. Estaba puntual. Empecé a firmar varias hojas al revés y al derecho con mis iniciales que son mi firma. La reunión con la manager fue ligera porque el puesto de trabajo implicaba empezar ya. Como todo en USA todo es para Ya. El tiempo corría. Honestamente era mi primer trabajo y de dishwasher solo había escuchado la cantidad de químicos que ofrecen online y las máquinas lavaplatos; pero tenía la noción por el video que había revisado en youtube de algún aventado que filmó su trabajo como dishwhasher. 

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“Venga”, dice Luis. Voy detrás con mi hermosa sonrisa de oreja a oreja y dientes pelados. Me lleva directo y empieza diciendo: “aquí es su área de trabajo”. Era un espacio de tres metros cuadrados donde se encontraban dos mesas grandes de metal, una máquina de lavaplatos igualita a las de la tienda en línea, un área de enjuague con un fregadero de acero inoxidable donde no alcanzaba un traste sucio más. En un mueble de hierro estaba colgado un hermoso delantal negro cuya textura aún la recuerdo. Un fiel y útil compañero que no dejaba entrar agua a mi cuerpo. 

Luis empieza con una manguera donde salía agua a presión que quitaba todo lo sucio de cada traste; entre platos, charolas, pequeñas, mediana y grandes, ollas, tazas, cubiertos, vasos, tenedores, cucharas. Las tres tinas del fregadero tenían una función clara que se resumen en enjuagar, remojar y lavar al final con agua limpia, pero también se debía usar la máquina industrial para higienizar todo los trastes. Me quedé estupefacta de ver la habilidad y rapidez de José -así lo llamaron sus compañeras de cocina- enseñándome a ser la dishwasher.

Me dije: -Yo puedo con esto. En 20 minutos ya estaba lavando trastes. Lavando, lavando y lavando uno a uno. No podía controlar el agua caliente y el agua helada. A la tina de en medio se le tenía que echar jabón líquido, cloro y desengrasante, pero ese no era problema, sino que al sacar los trastes que se metían en ella el agua entraba por el borde de los guantes. Las uñas, los dedos y toda la mano después de dos horas en la lavadora de trastes estaban destrozadas en el día uno. 

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Eran las 12 del mediodía, la hora pico del restaurante. Tenía un cansancio agotado y empecé a decir dentro de mi cabeza: “maldita dictadura”. Luego un recorrido mental más agradable viendo la sonrisa de mi hijo recorriendo en bicicleta las calles del pueblo. La presión del agua generaba una brisa que a veces caía sobre mis lentes, una brisa que se mezclaba con las lágrimas que en total silencio viajaban sobre mis oscuras mejías.

Una joven de Venezuela fue de las primeras que me regaló una sonrisa, el resto solo dejaba los trastes y se iban veloz porque el tiempo es oro y el cliente no espera. Una voz fuerte en tercer plano dijo: “esta señora ni agua ha bebido”. Efectivamente así era. Se fue me trajo un vaso con agua y me dijo: parece que a usted le gustan las gorras, mañana le traigo una del restaurante. 

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Los mismos trastes iban y venían. Era cuestión de minutos. Recuerdo que uno de los platos cuadrados blancos tenía una mancha café leve. Entre mi deseo profundo de terminar el turno, el delirio del cansancio y la constante presencia del dichoso plato hasta miraba que se reía de mí. Pero haciendo bien mi trabajo con mucha elegancia, paciencia y delicadeza lo dejaba bien limpio en la línea de la cocina antes que las chicas empezaran a gritar “platos, platos”. 

A las tres de la tarde llegó el dishwasher de más tiempo. Un joven cubano. El área ese día era un desastre y parecía que el día apenas empezaba. No se preocupe, con el tiempo uno agarra el ritmo. Salí corriendo y sin ganas de regresar.

*Datos anexos la mayoría de trabajadores en el restaurante eran de Venezuela, Cuba, Honduras, México y Nicaragua.

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